Al funcionario se le deben exigir resultados, así como los conocimientos suficientes para el ejercicio de su puesto de trabajo, debe ser controlado y evaluado como cualquier trabajador, y sufrir las consecuencias por su mal desempeño, su negligencia, su absentismo y, en general, por las faltas que estén reglamentariamente establecidas. Actualmente esto se hace bien poco, no se afrontan los problemas ni se buscan soluciones.
Al funcionario también hay que premiarlo por el trabajo bien realizado, pero ni más ni menos que a otros trabajadores, permitiendo que los mejores asciendan, algo que también ocurre en cualquier puesto de trabajo, bueno, en casi todos.
Se da el caso de funcionarios que trabajan sus horas o más, son productivos, y están muy implicados con el ciudadano y con su administración. A veces estos funcionarios no son reconocidos en su trabajo, son tildados de tontos y bobos, por no aprovecharse de su condición.
Las mayores quejas sobre los funcionarios, además de la ya mencionada en un anterior post del empleo vitalicio, son sobre el incumplimiento de los horarios de entrada y salida, el abuso del tiempo para el desayuno, y otras salidas en horario de oficina. Para muestra un viejo botón.
A lo mejor lo que necesitamos los funcionarios son Directivos, profesionales de la gestión pública preparados para aplicar criterios de eficiencia y productividad, dispuestos a emplear sanciones, faltos del compañerismo y corporativismo. Alejados de los jefes de servicio actuales, gerentes o directores, funcionarios unos, que por tener que trabajar toda la vida con los compañeros se limitan a pasar de puntillas por los problemas, y políticos los otros, que dada la eventualidad de su puesto no se complican la vida con problemas estructurales, de gran calado, en su área.
Y ese puede ser el problema de la administración, que a nadie le importa lo suficiente como para tomar medidas. La apatía hace que, aún cuando el debate está en la calle, y más ahora en tiempos de crisis, todo se mueva de una manera muy lenta. Para cuando se llegue a un acuerdo ya habremos salido de la crisis, tocará pensar en cosas más importantes para favorecer el desarrollo y volveremos a olvidarnos de la Administración. Y eso se llama dejadez. La administración está dejada de la mano de Dios. Excepto para quejarnos, claro. Porque si han pasado tantos años desde el famoso "vuelva usted mañana" de Larra, y seguimos igual, es que a nadie debe importarle demasiado. O a alguien no le interesa una administración más productiva. Ustedes eligen.
Mano dura es lo que necesitan los funcionarios
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con tus planteamientos es la forma de dignificar la función pública
ResponderEliminarY estamos muy faltos de esa dignificación.
ResponderEliminarGracias por tu comentario Virginio.